Psicología para Adolescentes en Salamanca
Acompañamiento emocional especializado en la etapa más decisiva
En la adolescencia el cerebro realiza una transformación decisiva.
¿Cómo saber si mi hijo adolescente necesita ir a terapia?
A veces no es fácil saber si lo que le pasa a tu hijo es “cosa de la edad” o si hay algo más profundo que necesita atención. Pero si ves que está más apagado, irritable, se encierra mucho en sí mismo, ha cambiado su forma de relacionarse o simplemente “ya no es el mismo”, merece la pena escuchar esa intuición que como madre o padre te dice que algo no va bien.
No hace falta que tenga un gran problema o que sepas exactamente qué le pasa: si notas que su malestar dura en el tiempo y afecta a su día a día, buscar apoyo profesional puede ser un regalo para él… y un respiro para toda la familia.
¿Cuáles son las señales de que un adolescente tiene problemas emocionales?
Cambios drásticos de comportamiento (aislamiento, agresividad, rebeldía)
Si ves que alguien que solía estar tranquilo ahora se aísla, se pone a la defensiva por todo o responde con mala actitud constantemente, no es solo que esté “en una mala racha”. A veces esos cambios bruscos en la forma de actuar son la forma en que su cuerpo y su mente piden ayuda.
Problemas persistentes en la escuela (académicos o sociales)
Cuando un niño o adolescente empieza a tener problemas en clase que no se resuelven con el tiempo —ya sea que baje el rendimiento, tenga conflictos con los compañeros o no quiera ir al cole— puede ser que algo más profundo esté pasando y necesite un espacio para hablarlo.
Pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba
Si de pronto deja de hacer cosas que antes le encantaban —como jugar, salir, bailar, leer o cualquier otra cosa que solía disfrutar— y no es solo un día, sino que se mantiene, eso puede ser una señal de que no se está sintiendo bien emocionalmente.
Cambios en los patrones de sueño o alimentación
Dormir mal, despertarse muchas veces, no tener hambre o comer demasiado sin motivo… todo eso a veces va más allá de una mala noche o una racha de estrés. El cuerpo suele avisarnos de que algo emocional no está bien.
Tristeza o apatía prolongada
Estar triste varios días seguidos, sin ganas de hacer nada o sin fuerzas para lo que antes hacía sin problema, puede ser más que solo “estar de bajón”. Si eso se alarga en el tiempo, lo mejor es no dejarlo pasar y buscar apoyo.
Dificultades familiares o de comunicación
Cuando en casa todo se convierte en discusión, hay silencios incómodos o no se puede hablar sin terminar mal, puede ser útil que alguien de fuera ayude a entender qué está pasando y cómo mejorar la relación.
Dificultad para gestionar emociones intensas (ira, ansiedad, miedo)
Si las emociones parecen ir a tope todo el rato, como que la rabia explota fácil, los nervios se desbordan o hay miedos que no se pueden controlar, eso no es algo que haya que aguantar. Se puede aprender a entender lo que uno siente y vivirlo de forma más tranquila, con ayuda adecuada.
¿Cómo es la terapia con adolescentes en El Nido y el Vuelo?
Aquí, la terapia no es un lugar donde “arreglar” a nadie, sino un espacio donde pueden ser exactamente quienes son, sin filtros ni exigencias. Les recibimos con respeto, paciencia y una mirada que confía en ellos, incluso cuando ellos aún no pueden hacerlo. A veces llegan callados, enfadados, tristes o sin saber muy bien por qué están aquí. Y está bien.
Vamos despacio, construyendo un vínculo seguro, donde poco a poco pueden ir nombrando lo que les duele, lo que les confunde o lo que les pesa. Y desde ahí, empezar a sentirse más libres y en paz consigo mismos.
¿Qué beneficios tiene?
La terapia les ayuda a entenderse mejor, a soltar el peso de lo que no pueden con palabras, a gestionar emociones intensas y a descubrir que no están solos. También es un alivio para sus familias: cuando un adolescente se siente mejor, toda la casa respira distinto.
«Cuando un adolescente se siente mejor, toda la casa respira distinto»
Terapias que acompañan a los adolescentes en su vuelo
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) (para adolescentes)
Esta terapia ayuda a los adolescentes a entender cómo sus pensamientos influyen en cómo se sienten y actúan. Trabajamos en identificar ideas negativas o poco realistas —como “todos me van a juzgar” o “seguro lo haré mal”— y a transformarlas por otras ideas más equilibradas. También se enseña a desarrollar nuevas formas de actuar que les ayuden a sentirse más seguros y capaces.
Ejemplo:
Un adolescente con ansiedad social que evita hablar en clase o asistir a reuniones con amigos puede aprender a cuestionar los pensamientos que le bloquean y a ensayar poco a poco nuevas formas de relacionarse. En terapia, lo hace en un espacio seguro donde puede ganar confianza y habilidades sociales sin miedo al juicio.
EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) (para adolescentes)
EMDR es una terapia especialmente útil cuando hay recuerdos difíciles que siguen doliendo o interfiriendo en el presente. A través de movimientos oculares guiados (o estimulación bilateral), se ayuda al cerebro a “reprocesar” esas experiencias, como si se ordenaran internamente, reduciendo la carga emocional que arrastran.
Ejemplo:
Un adolescente que ha vivido una situación traumática —como un accidente, acoso escolar o una pérdida importante— puede sentir que ese recuerdo le sigue afectando en su día a día, con ansiedad, miedo o bloqueo. Con EMDR trabajamos para que esa experiencia deje de doler tanto y pueda recordarla sin revivirla, recuperando seguridad y bienestar.
En El Nido y El Vuelo nuestras psicólogas están formadas y certificadas por la Asociación EMDR España
Conocer el funcionamiento del cerebro para entrenarlo mediante dispositivos y utilizarlo de manera más eficiente.
El cerebro es el órgano con más capacidad de adaptación de nuestro cuerpo. Es más, se puede entrenar.
El neurofeedback, a través del análisis de la actividad eléctrica del cerebro, nos permite diseñar tratamientos individualizados, para reforzar determinados tipos de actividad (por ejemplo relacionados con la calma o concentración) y disminuir otros (como los característicos de la ansiedad).
Durante el entrenamiento, el terapeuta observa cómo está funcionando el cerebro de la persona, mientras ésta mira en una pantalla imágenes y/o sonidos que cambian dependiendo del tipo de onda y objetivos de trabajo.
A modo de refuerzo, los estímulos de la pantalla se modifican cuando el cerebro de la persona se coloca en la onda deseada.
De esta manera se ejercita el cerebro buscando su mayor eficacia.
Se centra en identificar y modificar
pensamientos y comportamientos negativos. Ejemplo: Un adolescente que
enfrenta ansiedad social aprende a desafiar pensamientos distorsionados y
a practicar habilidades sociales en un entorno seguro
Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés).
Esta terapia ayuda a los adolescentes a dejar de pelear con lo que sienten —como la tristeza, la ansiedad o la rabia— y aprender a convivir con esas emociones sin que les controlen la vida. En lugar de intentar «no sentir» o «pensar en positivo», lo que se busca es que puedan reconocer lo que les pasa, aceptarlo, y tomar decisiones que les acerquen a lo que de verdad les importa.
Ejemplo:
Imagina un adolescente que se siente bloqueado por la ansiedad antes de hablar en público o salir con sus amigos. En ACT trabajamos juntos para que no se quede atrapado en el miedo, sino que aprenda a escuchar esa emoción sin dejar que le paralice. Poco a poco, va encontrando formas de actuar desde lo que valora —como la amistad, el aprendizaje o la conexión con los demás— aunque siga sintiendo nervios a veces.
IFS (Sistema de Familia Interna)
Esta terapia ayuda a los adolescentes a explorar su mundo interior, como si dentro de ellos vivieran diferentes «partes» con distintas emociones, necesidades o formas de protegerse. En lugar de juzgar esas voces internas —como la parte que se enfada, la que se esconde, la que duda o la que quiere complacer—, aprendemos a escucharlas y entender qué necesitan.
Ejemplo:
Imagina una adolescente que, por un lado, quiere ser más independiente, salir, tomar decisiones… pero al mismo tiempo siente un miedo profundo a quedarse sola o no ser suficiente. En IFS trabajamos con esas dos partes que parecen estar en conflicto. No se trata de eliminar una ni de elegir entre ellas, sino de darles espacio, escuchar lo que quieren decir, y ayudar a que puedan convivir en equilibrio. Eso trae calma, claridad y una forma más amable de relacionarse consigo misma.
En la adolescencia, muchas veces el cuerpo habla antes que las palabras. Esta terapia ayuda a los chicos y chicas a conectar con lo que sienten a través del cuerpo, aprendiendo a reconocer cómo las emociones se manifiestan físicamente —como la tensión en los hombros, el nudo en el estómago o la respiración acelerada— y liberarlas con técnicas de movimiento, respiración o relajación.
Ejemplo:
Un adolescente que sufre ansiedad antes de los exámenes puede notar que le cuesta respirar, que tiene el pecho apretado o le duele la cabeza. En la terapia psicocorporal aprende a identificar esas señales, entender qué le están diciendo y utilizar recursos corporales sencillos para calmarse, sentirse más presente y recuperar el equilibrio.